¿A los que se alejan de la Casa de Dios?

Esta parábola del Señor Jesucristo se explica por sí misma, y es una gran lección y reflexión para la iglesia en nuestro tiempo. Tenemos que apreciar la herencia que Dios nos ha dado, Su Sacrificio, Su Espíritu, Sus promesas. No debemos desperdiciarla y malgastarla como lo hizo el hijo perdido o pródigo de esta parábola. Él hizo mal, pero al hallarse en medio de las miserias del mundo volvió en sí, y reconoció su pecado y se arrepintió de lo que había hecho.

Luego, tomó la buena decisión de regresar a su Casa, con su padre, donde lo tenía todo; y lo hizo con mucha humildad y reconocimiento de su pecado (Lucas 15:18), y su padre lo recibió con mucho gozo, con regalos, con el anillo de la familia, con comidas, y con una gran fiesta. Y aunque su hermano mayor se molestó por ello, entendió luego por la explicación de su padre, que su hermano estaba perdido, y ahora había sido hallado; que estaba entre los muertos, y ahora había revivido.

Otra enseñanza en esta parábola, es que nosotros debemos ser como "ese padre" que recibió a su hijo y lo abrazó, y lloró con él de gozo de que volviera a casa. Así debemos perdonar y recibir en el rebaño del Señor Jesucristo a todo aquel que realmente reconoce su pecado y regresa arrepentido.

Debemos gozarnos con los que se arrepienten y recibirlos en nuestra Hacienda, que es la iglesia de Dios, donde hay suficiente alimento para todos. Recordemos que siempre habrá "gozo en el cielo y delante de los ángeles por un pecador que se arrepiente". (Lucas 15:7,10).

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